No cabe duda alguna que la cocina asiática nos encanta. Primero fue la china con sus rollitos primavera, arroz tres delicias y pollo agridulce; luego sería la japonesa con sus gyozas, temakis y sushis a granel; y finalmente la nikkei con su explosión de sabores japo-peruanos para los paladares de vuelta ya de las anteriores. Platos que no se parecen a nada antes conocido y que mantienen la magia del comensal primerizo que se sienta a probar sus múltiples variaciones. Hablamos del mismo cliente que descubre en Kena de Luís Arévalo la puerta a un mundo paralelo del que no querer salir.

Kena se encuentra a medio camino entre una izakaya japonesa (taberna) y una casa de comidas al uso

Situado en una pequeña calle escondida en el barrio de Salamanca, descubrimos el centro de operaciones que el chef Arévalo tiene en la capital. Un lugar donde la cocina nikkei evoluciona en formato cosmopolita y donde el producto y las técnicas con las que se trata son el principio y fin, su personal seña de identidad.

Un local donde disfrutar de una carta de la que recomiendo su galleta de causa limeña con sardina ahumada, los anticuchos de molleja de cordero con salsa de choclo, el usuzukuri de pez limón con ponzu o la jalea de merluza negra con miso y chiles, entre otros, o simplemente nos dejamos sorprender por Luís Arévalo y su menú Omakase, donde la experimentación y la renovación son ingredientes habituales.

Sin duda, una aventura de texturas y matices picantes y ácidos, donde el equilibrio y la sensibilidad para con el alimento es su meta primera y el hecho de que el cliente se vaya contento, la jugada que con más éxito plantea este restaurante con reseña en la Guía Michelín, Guía Repsol y Guía Metrópoli de 2015. Con eso lo digo todo.