Revisitar un clásico no siempre puede ser buena idea. En ocasiones, aunque nos pueda parecer una apuesta segura, podemos encontrarnos con que el paso del tiempo no haya tratado bien a ese restaurante que en su día fue culmen gastronómico y que ahora es una simple sombra sin brillo de esplendores de antaño. Esto no pasa con La Paloma, un negocio con casi tres décadas a sus espaldas que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, nuevas normalidades y nuevos paladares la mar de bien. F: Cortesía de La Paloma

Solo nos hace falta traspasar las puertas de La Paloma para darnos cuenta de que estamos en el lugar correcto. El perfecto lavado de cara de este restaurante regentado por el chef Segundo Alonso y organizado por el maitre Mariano Ávila es solo una milésima parte del buen hacer de este local, referencia gastro en el barrio de Salamanca, de intenciones vasco-francesas y amor por la casquería y el producto de caza.

El secreto, en La Paloma, es que te pidas medias raciones. Te evitarás tener que elegir y dejar en cocina ese plato de caza o pellizco de casquería que te pedía el cuerpo

Y es que en La Paloma, aunque sabemos que han pasado los días del calendario, hay algo que sentimos que no ha cambiado: su fervor por el detalle, las materias primas como Dios manda y un cariño por el comensal que es el único que hace posible que este punto de encuentro de fieles disfrutones haya seguido abriendo desde hace 28 años.

Un auténtico éxito culinario entre tanto bluf de foto para Instagram, que más allá de volverte loco con una excéntrica carta, te guía a través de sabores absolutamente reconocibles pero sin mácula en su puesta en escena. De ahí que su fresco escabeche de bonito con tomate y pimiento, las oronjas con sesitos rebozados, la molleja de ternera (de lo más crunchy) con espárragos verdes made in Spain, la liebre a la Royal con rica salsa, su charlota de perdiz con berenjena, pato azulón en dos texturas o ya míticos erizos gratinados permitan que echemos la mirada atrás durante este ir y venir de platos de diez y agradezcamos que su largo recorrido, dando de comer a varias generaciones, siga valiendo tanto la pena. ¡Ah! Y no me olvide del postre. La palabra secreta es tarta de manzana. Entrará con mucho gusto.