By
Bru Romero

Tiempos convulsos y de recesión son los que permiten que, movidos por una clara introspección, valoremos lo que verdaderamente importa y desechemos aquello que nos pesa y que nos resulta superfluo. También en gastronomía. En un tiempo en el que priman la sofisticación extrema, el postureo agotador y los marcos que enmarcan (valga la redundancia) contenidos sin mucha chicha, aparecen ante nosotros proyectos como Mo de Movimiento, el auténtico place to be del momento en Madrid y, ¿por qué no?, de la vida. F: Cortesía de Mo de Movimiento

Situado en lo que en su día fue el bello Teatro Espronceda, Mo de Movimiento llega al barrio de Chamberí para revolucionar cualquier tipo de concepto gastronómico que hayamos conocido. Una idónea declaración de intenciones para un momento en el que los corazones siguen agitados por constantes movimientos sociales y que, también, tienen su réplica en estas coordenadas donde inclusión, moral y ética es lo mejor que te puedes llevar a la boca.

En Mo de Movimiento no solo se come sino que se disfruta. Pensando, valorando y creando un impacto sostenible y gastronómico que da ejemplo

El sueño hecho realidad de Felipe Turell y Javier Antequera, que han tardado casi 10 años en dar el paso al frente con este Mo de Movimiento que, basándose en tres pilares –personas, planeta y rentabilidad– ha sabido ganarse no solo a sus primeros clientes, sino el interés de la crítica gastronómica que aplaude esta sintonía con la Madre Tierra. Porque en Mo de Movimiento no solo se come sino que se piensa, se valora y también se disfruta.

Un hotspot cuya funcionalidad les permite reinventarse si así lo quisieran y adaptar sus más de 1000 m2 de local a lo que esté por llegar. Pero, ¿por qué sostenible? Pues porque toda la decoración proviene de la reutilización de materiales, el aprovechamiento de la energía es su objetivo, los naranjos valencianos no son solo un adorno o los tapices de Inés Sistiaga cumplen su misión estética pero también práctica… ¡Insonorizan!

Pero ahí no queda todo, pues la mitad de su equipo son inmigrantes y provienen de acuerdos con la Fundación Tomillo, Norte Joven y la Fundación Raíces; el algodón de sus uniformes de trabajo es orgánico y fabricado en Brasil y las camisas del personal de sala son de Humana y de Cáritas. Además, atendiendo a la nueva normalidad han digitalizado sus cartas y solo se puede pagar con tarjeta.

¿Y qué comemos? Pues mucho producto de temporada, de proximidad y ecológico. Por eso, no te puedes ir sin probar el salmorejo con base de tomate cherry pera ecológico de La Vera emulsionado con aguacate ecológico de Motril, los buñuelos de calabacín de La Vera y salsa de tomate seco y yogurt, el pisto con huevo frito ecológico de Ávila, el ceviche de champiñones ecológicos con cebolla roja y aguacate o sus espectaculares pizzas hechas a partir de harinas traídas de Sigüenza y Zamora, que hacen que cada uno de los bocados sea toda una experiencia. ¿De postre? La tarta de chocolate ecológico 73% cacao y la de queso, que son verdaderamente imprescindibles. ¿Te parece mucho? Será por días.

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