Creo un hijo pródigo vuelva al hogar es siempre momento de júbilo, alegría y alboroto y si además con la buena nueva (y mejor llegada) nuestro paladar y estómago quedan más que satisfechos, podemos decir que el nuevo desembarco en la capital supone el tanto definitivo que necesitaba el foodie más versado para volver a recuperar el brillo en los ojos. ¿Ponemos rumbo a Xanverí?

Uno de los barrios más castizos de Madrid da la bienvenida al chef César Anca, madrileño de nacimiento y alicantino de adopción que se decide a dar el salto al barrio que le vio nacer y al que pretende devolver el producto por el producto y los sabores de siempre. Un local que con ese toque que entra por los ojos (hasta en pequeños detalles como los retratos de la ilustradora valenciana Carla Fuentes) y engatusa a la papilas gustativas nos hace revivir recuerdos del pasado a golpe de un recetario que sabe combinar como pocos la autenticidad de la cocina madrileña y la pasión de la gastronomía levantina.

El diseño interior a cargo Estudi(H)ac y el increíble hacer del chef Anca conforman el combo perfecto de Xanverí donde se saborea el Madrid más mediterráneo

Un César Anca, alumno de Pedro Larrumbe e Íñigo Urechu, que demuestra su estado de gracia en un restaurante previsible donde su carta es absolutamente imprevisible. Cocina de mercado, de regusto francés y con ese toque sofisticado patrio que sabe combinar sabores y texturas y no pierde identidad sino que la refuerza.

Elaboraciones sencillas, ligeras y novedosas que experimentan con la vanguardia y que se perciben en platos como en su tartar de salmón salvaje de Alaska con aguacate, alga wakame y hueva de ikura; tiradito de atún con cebolla roja, rúcula, aceite de trufa y lascas de parmesano; rabas de calamar con espuma de mahonesa al limón; mollejitas de ternera a la parrilla con patatas confitadas y aliño matagorrino; sepionet de la bahía con gotas de salsa verde y alioli; arroz robado de pata y morro al estilo de la montaña; falso tomate con mousse de queso de cabra y albahaca; canelón de rabo de buey con crujiente de ibérico; kokochas de bacalao al pil-pil con guisantes tiernos; lomos de lubina salvaje sobre spaguettis de verduras y toffee de pimientos o romsteak de wagyu con mostaza y croustillant de frutos secos.

Un restaurante en el que las sobremesas se convierten en más que placenteras, ya sea en su zona gastronómica como en el privado llamado el Chispero Vip o su área más informal, La Desenfadada, pero siempre con una buena ración de torrija de brioche o tarta de manzana caliente entre las manos o algún cóctel clásico acorde con la ocasión. Xanverí, ¡allá vamos!