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Bru Romero

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que salir a cenar era toda una experiencia. Hoy, puede que sean los platos sobre la mesa, los únicos que atraigan al personal, pero hubo un tiempo en el que, además, mientras disfrutabas masticando, montaban un show frente a ti para que el entretenimiento fuera total. Pabblo lo recupera.

Solo hace falta que te pongas mon@ y que te acerques a los alrededores de la Torre Picasso para encontrarte con Pabblo, un nuevo restaurante bajo los dominios del Grupo Carbón que de exclusividad y buenos alimentos sabe un montón.

Un place to be que se ha ganado la posición desde el primer minuto, gracias a una propuesta sincera, sencilla y no apta ni para paladares aburridos ni para comensales que sepan cuándo llegan y a qué hora se tienen que marchar.

Pabblo retoma las cenas con espectáculo porque hacer un restaurante sin más era demasiado sencillo

Un Pabblo en el que, a un primer golpe de vista, todo gira en torno a una sala en forma de óvalo y una escalera helicoidal (no sabemos si vintage o muy moderna), que otorga al espacio de una personalidad capaz de arrollarte, si te dejas.

Un restaurante que, para disfrute de muchos, retoma aquella costumbre de las cenas con espectáculo para ofrecer un plus añadido que no cae en la vergüenza ajena, y que acompaña de manera innegable a una propuesta de platos mediterráneos por todos conocidos.

Una tradición que se cuela para mayor gloria de unos sabores de lo más auténticos que elevan, aún más si cabe, la experiencia hasta límites que no podríamos haber imaginado. Ninguna noche es igual en Pabblo.

¿Y qué comemos? Pues sencillo, no te vengas sin haber probado su ostra francesa frita con mayonesa de limas, sus blinis caseros de salmón ahumado y caviar (maridado con vodka Beluga), las navajas gallegas gratinadas a la leña, su ensaladilla clásica, la terrina de foie gras entier casera con ensalada de frissé y mango, sus buñuelos de carabinero, los mejillones abiertos al carbón con salsa marinera, las flores de calabacín crujientes rellenas de mozzarella y parmesano, sus canelones gratinados de carne picada y jamón ibérico, su lenguado salvaje meunière a la leña, el escalope Wiener Schnitzel de ternera de leche, tan tierno que enloquece, y una tarta Sacher o de praliné de avellana porque una velada así merece endulzarla con lo mejor de lo mejor. ¡Disfruten del espectáculo!

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