Ya sé lo mucho que te gusta probar de aquí y de allá y no dejar de lado esos clásicos que siempre triunfan sobre cualquier mesa, por eso (ahora que el tiempo te invita a salir y parar poco por casa) te aconsejo que te dejes caer por Varra, un coqueto restaurante donde picar algo a cualquier hora (en su maravillosa barra), comer (para no desfallecer) y cenar (porque habrá que terminar el día por todo lo alto). Vienes, ¿no?

Localizado en la calle Hermosilla, para regustillo de sus locales, el restaurante Varra era una de las aperturas más necesarias en el barrio. Un negocio tras el que encontramos a Jorge Velasco y Joaquín Serrano, que se ponen manos a la obra para que lxs más caprichxs encuentren su parada obligatoria y lxs que pasen por allí, se topen con todo un hotspot (de la puerta a los baños) donde el sibaritismo más clasiquito se convierte en el acierto más viral.

Volver a esas barras míticas de las casas de comidas es una experiencia que se recupera gracias a Varra y su propuesta disfrutona

Una apuesta sincera y sin artificios locos, que no valen para nada, donde el producto fresco va ligado a la propia temporada y el servicio en sala está a la altura de unos platos que admiten pocos peros. Así, Varra, consigue resonar con alegría en los labios del boca a boca, que no dudan en compartir la satisfacción frente al trabajo bien hecho y un alarde de materias primas que ya lo quisieras muchos.

Un tanto que Varra se apunta desde la primera visita, pues sus gildas con anchoa de Santoña aliñada, su tosta de gamba roja con mantequilla semisalada, su ostra con escabeche tibio de perdiz, la oreja de VarraFina brava, su ensaladilla rusa del día, el puerro asado con velouté de trufa, su tartar de atún rojo con gazpachuelo malagueño, las albóndigas de lomo madurado con salsa Perigord, su merluza de anzuelo frita en salsa verde o el steak tartar de picaña madurada 40 días consiguen que nos relamamos y volvamos cada vez que se nos antoje otro clásico revisitado. ¡Uf, Samur!