La cultura mediterránea se ha educado en torno a una mesa de cocina llena de productos de primerísima calidad y muy variada procedencia. Una cultura gastronómica (que hemos exportado bastante bien) que poco interés muestra por los artificios porque sí y sí por aquellas técnicas y sabores que nos impiden levantarnos de la silla hasta la sobremesa. En Barra M cambian la mesa por la barra pero es solo su particular golpe de efecto porque la esencia es la misma. ¿Probamos?

Si tienes duda de qué beber, ¿por qué no comenzar con un pisco sour de toda la vida y ver cómo se va desarrollando la comida?

La informalidad y ese apego por reunirse alrededor de una mesa del que hablaba es la intención primera del chef Omar Malpartida, encargado de exprimir al máximo todo lo bueno de la cocina peruana, mejicana  y del sudeste asiático sobre la pura evolución de las barras de toda la vida. Aquí todo es moderno, todo resulta industrial y la cocina es la guinda de un pastel al que no podemos por más que hincarle bien el diente.

Podemos comenzar con una serie de botanitas (entrantes) como un mejillón con leche de tigre, tomate, choclo y ají amarillo; ceviches al gusto; sabrosos aguachiles de gambas que más parecen langostinos; patatas rellenas de langostino rostizado o unas gyozas rellenas de carnitas con chile chipotle para ir abriendo apetito y celebrar entre lágrimas de gusto, los posteriores bao criollo; la tempura de setas shitake, huevo a baja temperatura, jamón serrano, soja y salsa hoisin; unos tallarines Chow Fun que cortan la respiración (y no porque lleven pimienta de sichuán y un chupe de cangrejos de concha blanda (tendencia) con panca, queso frito, arroz húmedo y huacatay…

Sabemos que estás salivando. Es hora de tirar de teléfono y ejecutar la reserva. ¡Buen provecho!