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Bru Romero

Con tanta oferta culinaria como Madrid tiene, muchas veces es complicado repetir. Pero hay ocasiones en las que hacerlo es casi una obligación, pues lugares como Horno de Juan hacen que nuestras ganas de volver nos hagan posponer otro tipo de reservas para dejarnos mimar por unos fogones como Dios manda.

Y es que la solera y el buen hacer de casi seis décadas es lo que convierte a Horno de Juan en todo un imprescindible de la cocina castellana en Madrid. La sede de esos sabores de siempre, tratados con mimo y dedicación, que envuelven tu paladar haciéndole exprimir cada matiz de esas materias primas de primera, que se presentan solas.

Sacar pecho por nada más y nada menos que casi 60 años de historia es algo que no muchos restaurantes pueden lograr.

Un placer sin artificios ni alharacas que han convertido a este rústico asador, fundado en 1966 por D. Juan Segovia Aparicio, en una parada más que necesaria para locales como visitantes, que quieren recuperar la memoria a base de brasas y buen comer.

Un gustazo sobre la mesa que no decae en ningún caso y conforme va avanzando la experiencia gastronómica, te atrapa y no te suelta al ritmo de una carta que, sin ser larguísima y extenuante, te obligará a leerla con detenimiento.

Un Horno de Juan donde no podrás marcharte sin catar sus sardinas ahumadas sobre tomate rallado, el variado de hongos y setas al ajillo, su hojaldre caliente con setas, gambas y salmón, sus judiones del Real Sitio de La Granja, los chipirones sobre lecho de setas al ajillo o el chuletón de vaca rubia a la parrilla o ese 1/4 de cochinillo de Segovia asado en horno de leña que, según dicen por ahí, ha resucitado a más de un muerto. Si quieres terminar por todo lo alto, pídete un ponche segoviano con yema y mazapán y échate a dormir. No te quedará otra.

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