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Bru Romero

Vivir en el centro mola bastante, pero hay ocasiones en las que lo que más apetece es salir de la algarabía y el frenetismo que imprime vivir en pleno meollo comercial y social para entregarse a un Madrid más sosegado, tranquilo y por el que parece que no pasan las horas. Una excusa que encontramos perfecta para aprovechar la excursión y así dejarnos mimar por cualquiera de esos restaurantes que sin ser los de siempre, nos sorprenden y nos obligan a tener que volver a tirar de la misma excusa para seguir apuntando nombres propios a una lista gourmet que haría las delicias de cualquiera. ¿Un ejemplo? La Pirámide. F: Cortesía de La Pirámide

Si lo tuyo es el show cooking, pídete el steak tartar de La Pirámide y comienza a dar palmas

Situado en la zona norte de Madrid y enclavado en el Hotel Villamadrid (un cuatro estrellas de lo más pintón), el restaurante La Pirámide es una verdadera suerte para aquellxs que quieren probar cosas diferentes fuera de su zona de confort. Un enclave con vistas a las Cuatro Torres donde la cocina mediterránea más clásica y tradicional obra su particular magia, mientras las más modernas técnicas se dejan caer por una carta de lo más entretenida.

Alta calidad y materias primas de primera (y de kilómetro 0), que sin perder su propio sello y autenticidad encuentran en la fusión su mejor puesta en escena. Platos que se van adaptando a la temporada y que, ya sea en su versión menú o tirando de carta, enloquecen a un personal que ha ido a jugar y que descubre cómo en La Pirámide en la variedad está el puro gusto.

Y, entonces, ¿qué pedimos? Pues… Su alcachofa a la plancha con ibérico, la sardina ahumada con arrope de tomate, el pulpo a la brasa con crema de patata, sus virutas de foie de pato sobre tostas de pan con crema de manzana, su guiso de callos con chorizo y morcilla, la carrillera de cerdo ibérico con crema de boniato, el entrecot de cebón a la parrilla con pimientos rojos asados y ahumados, el arroz negro con sepia y alioli, su bacalao fresco con sanfaina, la dorada a la sal aromatizada con pimienta, su arroz caldoso con pescado y langostino, su secreto ibérico con costra de patata o la merluza en salsa verde con almejas y espárragos blancos. ¿Hueco para el postre? Su Sacher deconstruida o la panna cotta de Baileys. ¿Algo más? Mejor hagan la digestión con un copazo.

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