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Ariana Díaz Celma

Hace ya días que oímos hablar de EatWith, una plataforma al estilo de Airbnb, en la que se canjeamos el intercambio de casas por cenas en tu salón. El tema se divide en dos roles: el de host, que es el que monta el sarao en su hogar, y el de guest, que decide dónde ir. La dinámica, pues, parece fácil. Sólo hay que entrar en la web, decidir si quieres ofrecer una cena en tu casa o ir a la de alguien y lanzarte a la aventura de comer en los salones de gente ajena alrededor del planeta.

Hace poco decidimos probar la experiencia y, como imaginarás, no escatimamos a la hora de encontrar la oferta perfecta. Nuria, una de las insiders del hotel W, montaba una cena en una de sus Suites Wow, con un menú de cuatro platos que te ponía en situación con un Vesper, un cóctel inspirado en James Bond a base de té verde, sirope, ginebra y clara de huevo. La excusa ideal para romper el hielo. En el grupo estaban también nuestros amigos Xuaniyo y Johann de Plateselector, Stef -parte de la crew del W y también conocida de la casa good2b-, Aida -íntima de nuestra crew-, Dani del blog Daniel Arbós y Lena de Silk&Brocade, que venía acompañada de su pareja, ambos directos de Rusia aunque establecidos en Barcelona desde hace tiempo. 

Tras el cóctel, llegó el momento de la cena, inspirada en el Mediterráneo, cuyas vistas podíamos contemplar en todo momento desde la planta 24 del W. Albert Vidal, el jefe de pastelería del hotel, se encargó de presentar cada plato. El primero lo degustamos de pie alrededor de una mesa y de forma distendida: gambas en témpura de panko con chips de alcachofa y patatas. Llegados a este punto la velada fluía tan bien, que la comida era casi lo de menos. El siguiente paso fue sentarnos alrededor de la mesa, donde nos sirvieron un rollo vietnamita frío relleno de bogavante y verduras, para pasar después al plato principal, una lubina con vieiras, verduras y una salsa de pesto rojo que alegraba un plato que pasaba algo más desapercibido. Lo mejor -no en vano la especialidad de Albert son los dulces- fue el postre, una delirante mousse de chocolate al 70% con espuma de cítricos y caviar de maracuyá, que venía acompañado de riquísimo trozos crujientes de chocolate blanco y negro.

La cena costaba 50 euros que, si recordamos como experiencia global, bien merecen la pena ser invertidos. Repetiremos pronto seguro.