By
Ariana Díaz Celma

Durante años, las bombas de la Bombeta -el mítico local de Barcelona- han estado en el número uno del ránking de la ciudad. Lo que pocos saben es que la receta original de tal maravilla es de Pepi, dueña del local, que decidió alquilar el negocio hará más de 30 años. Tres décadas más tarde, Jaume Meudra, el hijo de tal maestra, vuelve a la Barceloneta para abrir L’Òstia, una taberna de toda la vida que cuenta con Sebas Matarrodona a los fogones, fiel discípulo de Hoffman para más señas. Obviamente, Pepi es otro de los personajes habituales del local, el alma máter de su cocina. Así pues, estamos convencidos de que el lugar tiene todos los números para convertirse en un clásico instantáneo en el barrio y ahora os diremos el porqué.

Para empezar, su naturaleza insomne, muy de acuerdo con el ambiente del barrio. Como bien dicen ellos mismos, aquí se sirve desayuno a los madrugadores, vermut a los espabilados y almuerzos y cenas a locales y extranjeros. No es de extrañar, pues, que L’Òstia esté situado en un edificio histórico de la zona. Anclado en la plaza de la iglesia, este era el lugar donde pescadores y trabajadores socializaban y se tomaban sus chatos de vino o sus carajillos de buena mañana. Como bien se podrá sospechar, uno de sus platos fuertes es precisamente la bomba de carne, que sabe tan casera como el primer día -o eso creemos-. Otro de sus must es la ensaladilla rusa, que relaja el uso de la mayonesa a favor de verduras frescas, que se adivinan de cultivo ecológico. Las croquetas y los buñuelos de bacalao -platos simples que no siempre salen redondos- son aquí un completo acierto. 

Los platos más tradicionales vienen acompañados de otros algo más vanguardistas, como las virutas de foie hecho en casa, el tartar de atún sobre aguacates y huevas de salmón o el parmentier de tuétano, yema de hueva y trufa. Eso -claro está- sin olvidar la reinterpretación made in L’Òstia de algunos clásicos como los huevos fritos con patatas, jamón ibérico y queso manchego. Sin duda, para chuparse los dedos. Para acompañarlo nada como una copa de Corazón Loco, el vino de las bodegas del mismísimo Iniesta. Un completo acierto que nos convenció de principio a fin. Este picoteo será posible por unos 25 euros. 

La decoración sigue a pies juntillas eso de actualizar los clásicos. Su ambiente eminentemente tabernero cobra otra dimensión gracias a sillas firmadas por grandes nombres del diseño de los ’60 y por un ambiente deco muy propio de las remodelaciones en la ciudad hoy en día. Los toques marineros se mezclan con mucha gracia con otros más vanguardistas, siempre en la justa medida y sin pasarse. 

El único contra que podemos encontrar -si es que es necesario dar con alguno- es cierto desorden en el servicio, un pequeño defecto que se debe sin duda a su inmadurez -lleva apenas unos meses abierto- y que seguro ganará con la experiencia. 

Detalles




  • Dirección: Plaza de la Barceloneta, 1 Barcelona