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Raquel Bueno

Las escenas pictóricas creadas por la artista Gahee Park son de un carácter íntimo y están llenas de significados ocultos. Figuras exageradas, múltiples bocas, genitales que no se encuentran en su lugar habitual y dedos de excepcional longitud se deleitan con un poco de vino tinto mientras disfrutan de todo un festín de uvas y pollo de la mano de una pareja tiernamente dispuesta alrededor de una mesa, completamente desnuda. F: La obra ‘Every Day was Yesterday’, de Gahee Park

Rebelde por naturaleza, Park se sirve de su talento innato para abordar los valores tradicionales y sexistas que se conciben a lo largo de la historia del arte

Criada en Seúl y residente en Estados Unidos, Park se mudó al país para estudiar Historia del Arte a la pronta edad de 21 años y recientemente relató a la revista It’s Nice That que, durante sus años en la universidad, se sintió continuamente insultada por las pinturas de mujeres realizadas por artistas masculinos, como el postimpresionista francés Paul Gauguin. Fue entonces cuando decidió combatir esas emociones desde una especie de necesidad anarquista, sirviéndose del arte para expresar su propia perspectiva. “Cuando pinto y dibujo, hasta cierto punto estoy pensando en liberar al cuerpo femenino de la historia del arte y la sociedad, expandiendo un punto de vista sobre el que no estamos familiarizados y explorando ideas sobre el placer”, subrayaba a propósito de ello a susodicha revista. 

Desde pequeña empezó a dibujar a chicas desnudas y a hombres y mujeres besándose, y su madre –que es muy católica– encontró algunos de ellos y los quemó en frente suyo escandalizada. Rebelde por naturaleza, la artista se sirve de su talento innato para abordar los valores tradicionales y sexistas que se conciben a lo largo de la historia del arte y en su entorno inmediato; inspirándose en sus propias experiencias vitales que van desde la relación con su familia en Corea hasta su marido, su gato, el cine, los libros, el arte, la política, la meditación…  

A lo largo de su trabajo se evidencian algunos motivos recurrentes que incluyen elementos como mesas, cuerpos desnudos, mujeres con múltiples bocas y voyeurs que observan a través de una ventana escenas de intimidad sexual. Escenas que, a su vez, simbolizan de forma tácita conceptos tan amplios como “el deseo, la intimidad, el placer, las utopías, el voyeurismo, los rituales sociales, lo público frente a lo privado, las dinámicas de poder y nuestra relación con el tiempo”, explica la artista. Un imaginario único y de suculenta riqueza que nos invita a mirar a escondidas, hipnotizados ante la belleza de tal visión.