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Bru Romero

Nos pierde probar de aquí y de allá, disfrutar del último garito de moda y dejarnos epatar por la estética de ese restaurante molón del que tanto habíamos oído hablar. No obstante, si hay algo que nos pierde sobremanera es entregarnos a esas cocinas de siempre que saben a chup-chup del bueno y que no hacen otra cosa que seguir manteniendo las tradiciones; pues hay platos que para qué cambiarlos si están (muy) bien como están. Jai Alai da muestra de ello. F: Cortesía de Jai Alai

Ubicado en Chamartín, Jai Alai es un clásico dentro de la gastronomía vasca en Madrid

Ubicado en Chamartín, desde que abandonara su emplazamiento frente al Retiro, Jai Alai es un clásico dentro de la gastronomía vasca en Madrid. Sus orígenes nos llevan a 1922, momento en el que una familia de pelotaris y hosteleros de Markina (Vizcaya), los Bustingorri Vega, desembarcaron en la capital para dar de comer al comensal, acercándole los grandes éxitos de una cocina de cuchara, cuchillo, tenedor y reposo posterior. ¿Sabías, sin ir más lejos, que gracias a Rufino Bustingorri, por petición de su fiel clientela, se introdujeron en Madrid las primeras angulas frescas?

Un enclave de lo más auténtico si lo que se busca es comer en condiciones y/o depender de la tendencia culinaria más visionaria. Un lugar donde la calma y el sosiego son las mejores armas para exprimir al máximo nuestra experiencia gustativa en un Jai Alai que nos mima, nos cuida y nos emplaza –siempre– a una nueva vuelta. Un negocio familiar que sabe a eso y a materias primas seleccionadas con el mejor de los atinos.

Elementos indispensables para platos como sus anchoas en salazón, gambas al ajillo, croquetas de rabo de toro, alubias rojas de Markina, arroz cremoso con setas e Idiazabal, alcachofas frescas salteadas con jamón, vieiras a la plancha con txangurro, rape a la americana, bacalao a la vizcaína, canelones rellenos de pularda con verduras, mollejitas de cordero, albóndigas de ternera blanca e ibérico con trufa y puré de patata, manos de cerdo al horno, chuletón de vaca, lenguado Meunier o unos postres, que no deberías saltarte, como sus canutillos de crema, el vaso de crema de queso con teja y trufa, la milhojas de crema y, hablando de cremas, la crema catalana. Buen provecho y… ¡Vivan esas familias hosteleras!

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