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Raquel Bueno

En estos tiempos extraños que estamos viviendo, puede que la vida sea aquello que ocurre detrás de la ventana. Sin embargo, allí nos encontramos con una irreprimible tentación: buscar aquello que ocurre en la intimidad de otras casas, si uno tiene la suerte de encontrarse descorridas las cortinas de sus ventanas. Son tiempos de abundancia para el voyeur, y puede que nunca antes haya habido tantos. Precisamente por eso, es posible que la lectura de hoy nos venga como anillo al dedo.

El motel del voyeur es una obra de periodismo narrativo que fue altamente cuestionada por su veracidad y despertó una sonora polémica en Estados Unidos

Se trata del último libro de Gay Talese, considerado junto a Tom Wolfe padre del Nuevo Periodismo. Una obra de periodismo narrativo que fue altamente cuestionada por su veracidad –incluso por su propio autor– y despertó una sonora polémica en Estados Unidos cuando el Washington Post puso en tela de juicio la incongruencia de sus fechas. En palabras de Mónica Zas Marcos para eldiario.es, Talese “se define como un investigador escrupuloso y asegura que cuida con tanto mimo los datos como sus sombreros de lino y sus trajes hechos a medida y perfectamente conjuntados. Pero toda esa verdad se desmoronó en julio de 2016, una semana antes de sacar a la venta su nueva obra de no-ficción, El motel del voyeur.”

Es por eso que, desde aquí, os recomiendo leer este libro con una actitud especialmente crítica; tomándolo como una obra que, aún sin ser literatura, bien podría acercarse más al terreno de la ficción. Sin más preámbulos, vamos al tema que nos ocupa: el voyeur.

El motel del voyeur, de Gay Talese

El motel del voyeur, de Gay Talese. © Raquel Bueno

A principios de 1980, Gay Talese recibió la carta de un hombre de Colorado que le hacía partícipe de un secreto tan escandaloso e ilegal como sorprendente: había comprado un motel para dar rienda suelta a sus deseos de voyeur. Eso es: de ver sin ser visto. En los conductos de ventilación había instalado algo a lo que el remitente anónimo denominaba plataforma de observación, a través de la cual espiaba a sus clientes, y ni una sola vez había sido descubierto.

Talese, radicado en Nueva York, viajó entonces a Colorado para conocer a Gerald Foos –el escritor de dicha carta–, y pudo comprobar con sus propios ojos la veracidad de la historia. Además, tuvo acceso a sus minuciosos diarios: un registro secreto de las costumbres sociales y sexuales de su país. Con un twist: resulta que Foos había sido también testigo de un asesinato y no lo había delatado. Es más, puede incluso que lo provocara él. ¿Por qué entonces renunciar a su anonimato?

“Uno puede admirar este libro y al mismo tiempo desear arrancarse los ojos”, escribía a propósito de El motel del voyeur el New York Times. Aunque personalmente el tono de su autor me resulta insufrible –es de aquellos periodistas altivos que insisten constantemente en sus logros y su gran conocimiento, de los que no permiten que olvides por un segundo que trabajaron para el New Yorker o el New York Times; en definitiva, un ególatra de la cabeza a los pies–, su relato desde luego no carece de interés. Una lectura entretenida y más que apropiada para los tiempos que corren. Santé!