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Raquel Bueno

No importa lo que hagamos ni lo especiales que nos creamos: casi todos nos proponemos año tras año el objetivo de leer más. Unos lo consiguen y otros, pues bien, no tanto; pero sea como sea este año no vamos a volver a fallar. Porque leer, damas y caballeros, nos hace más sabios y nos ayuda a entender la vida un poco más. ¿Y no es esa la razón por la que hemos venido hasta aquí, al fin y al cabo? Dicen que no hay nada que refuerce más la fuerza de voluntad que un grupo de personas que compartan tu mismo objetivo. Así que este es el plan: desde el día de hoy damos por inaugurado nuestro book club personal, y sois todos más que bienvenidos.

La idea es simple. Se trata de crear un círculo literario formado por personas interesadas en la literatura en el significado más amplio de la palabra. Leeremos prosa, poesía y hasta algún que otro ensayo –no os asustéis–; clásicos de toda la vida y ediciones recién salidas del horno for your eyes only. La verdad, aquí todo es posible y todo puede pasar. Eso sí, hay algo de trampa, porque no leeremos los libros a la vez. Yo lo haré primero, a modo de catador de alimentos, para evitaros malas pasadas y lecturas imposibles de leer. Y así, mes a mes durante todo el año (si el colapso climático, Trump o la ansiedad general no nos matan antes, claro está). ¿Suena bien?

© Raquel Bueno

Sed libres de dejar vuestros comentarios y de participar activamente en nuestro foro abierto por Instagram. De criticar, quejaros, emparejaros, juntaros para ir de cañas y animaros unos a otros cuando las fuerzas empiecen a flaquear. Y, por favor, leed conmigo, porque una chica también necesita apoyo moral. ¿Preparados para cumplir con vuestros propósitos? ¿Listos para devorar una suculenta primera lectura? Pues venga, vamos allá.

Little Women, de Louisa May Alcott

“Hubo un libro en el que creí vislumbrar a mi futuro ser”, escribió Simone de Beauvoir en su autobiografía Memoirs of a Dutiful Daughter (1958) de la que también es para mí una obra literaria maestra: Little Women, de Louisa May Alcott (1832–1888). Con cierto grado de vergüenza debo admitir que hasta hace muy poco no la había leído. Al menos, no hasta ver la reciente adaptación cinematográfica de Greta Gerwig, tras la que caí rendida a los pies de esta extraordinaria historia repleta de lecciones de vida de suma importancia.

Las páginas de Little Women conforman la historia de lo que significa crecer siendo mujer y crecer con la ambición de ser artista

Escrita en 1868 por la autora americana, esta célebre y popular novela ha marcado la vida de millones de personas e influenciado las carreras y pretensiones literarias de tantas otras, desde Beauvoir a Gertrude Stein o Joyce Carol Oates. Profundamente feminista para su época, las páginas de Little Women (o Mujercitas, en español) evocan la infancia y la juventud con un preciosismo lleno de dulzura y de nostalgia; pero también conforman la historia de lo que significa crecer siendo mujer y crecer con la ambición de ser artista.

Profundamente moralista, cada uno de sus capítulos nos adentra un poco más en las dichas y desgracias de la familia March, y en las inocentes aventuras cotidianas de cuatro hermanas unidas por un fuerte vínculo de amor y de amistad: Meg, Jo, Beth y Amy. Ya adentrado en el libro, uno podría llegar a pensar que se ha convertido en una hermana más, y demorar conscientemente la velocidad de su lectura para prolongar su placer. Y es que el mundo de Mujercitas es, sin el menor tipo de duda, un mundo onírico en el que, pese a las pequeñas y grandes tragedias de la vida y a todos aquellos defectos que nos hacen, al fin y al cabo, humanos, reina un profundo sentimiento de felicidad y bienestar; de alegría juvenil y sabiduría agridulce, fruto de la posterior -e inevitable- madurez.

© Raquel Bueno

Algunas obras de arte son de una belleza tan visceral que resulta difícil encontrar las palabras justas para hablar de ellas, así que no lo intentaré. Lo que sí os diré es que se trata de uno de esos libros que deja un vacío enorme al terminarse, como si le hicieran a uno despertar del sueño más plácido a la fuerza, y que es uno de los pocos que no olvidaré. Su segunda y tercera lectura son prácticamente obligadas para entender muchos de los matices autobiográficos y de las concesiones de Louisa a sus editores, pero también para deleitarse capítulo a capítulo con una obra que parece acumular tantas emociones como la vida misma. Una vida que, en este caso, resulta profundamente inspiradora para todos aquellos que perseguimos –o alguna vez hemos perseguido– el arte.

Si podéis, leerla en inglés para no perderos ni un ápice de detalle del lenguaje de Alcott –lleno de arcaísmos y de la divertida jerga personal de Jo–, y dejaros cautivar por la convincente y vívida descripción de sus imperecederos personajes. “Cuánta felicidad genuina puede llegarse a poseer en una casita sencilla, donde el pan diario se gana y algunas privaciones proporcionan dulzura a unos pocos placeres”, escribe Alcott. Y cuánta felicidad genuina puede llegarse a vivir entre las páginas de esta inolvidable novela. 100% recomendable.