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Raquel Bueno

Las largas horas que pasábamos con amigos en el bar, de caña en caña, se han convertido en un vago recuerdo que ahora evocamos con nostalgia aquellos que vivimos en Barcelona. Durante la cuarentena de 2020 muchas cosas en nuestra rutina cambiaron y, entre ellas, la forma de socializar tanto con quienes convivíamos como con quienes solo podíamos ver a través de la pantalla. En un contexto emocional tan radical como aquel, lo que muchos de nosotros anhelábamos no era más que aquello que la pandemia nos había arrebatado: una mesita, cuatro sillas, los colegas, un buen trago y, por supuesto, algo sabroso para picar. Así nació MalaBrava, de la necesidad de su fundador, Victor Malagelada, de tener algo bueno en la nevera que pudiera preparar fácilmente y compartir con los suyos. Se le ocurrió que unas bravas encajaban en todo aquello. Meses después, su inconfundible versión de este plato tradicional español es ya de las mejores de la capital catalana. F: Cortesía de MalaBrava

MalaBrava nace con el objetivo de llevar el tapeo de calidad a las casas de la gente

“La recuperación de la tradición del aperitivo es algo maravilloso”, explica Malagelada, “y nosotros pensamos que este también puede exportarse a todas las terracitas, jardines y terrados que hemos redescubierto en nuestras propias casas”. Así surge MalaBrava, con la humilde ambición de llevar el tapeo de calidad a las casas de la gente. Pero una vez surgió la idea, faltaba crear el producto. Tras muchas pruebas encontraron las dos salsas que buscaban: una, la ajonesa suave de ajos confitados en aceite de oliva virgen, que nunca repite y tiene una cremosidad que te llena la boca; la otra, el sofrito. Un montón de cebollas, tomates y pimientos reducidos durante cuatro horas hasta dar con el equilibrio perfecto entre dulce y picante. El resultado: de escándalo.

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¿Y en cuanto a las patatas? Malagelada tenía claro que las patatas fritas a domicilio son un desperdicio. “Había que encontrar otra forma de dejarlas prácticamente terminadas, a falta de un último toque que las dejara perfectas sin mucho esfuerzo, y creo que lo conseguimos”, cuenta. Las cocinan envasadas al vacío y la misma bolsa sirve como packaging. El cliente recibe la patata cortada, salpimentada y cocinada; solo necesita dorarlas por fuera antes de poner las salsas y servir. “Prepararlas es muy sencillo, y la experiencia de comer unas bravas recién hechas no tiene ni punto de comparación con lo demás”, dice Victor, que nos explica también cómo prepararlas. “Pueden dorarse en la sartén, horno o freidora –eso depende de lo que prefiera cada uno–, pero como más tremendas están es cuando las fríes y quedan super crujientes”. Ocho minutos en la sartén o seis minutos en la freidora, y listo.

Además de las bravas clásicas, ofrecen una segunda versión con ajonesa de ajo negro, ambas por 6 euros

Además de las bravas clásicas (6€), ofrecen una segunda versión con ajonesa de ajo negro (6€), que tampoco repite y se obtiene tras someter los ajos a un calor y una humedad concretas durante semanas. Su sabor es ligeramente dulce, algo ácido y muy umami, con ligeros toques de regaliz y vinagre balsámico. La ambición de Malagelada, sin embargo, llega más lejos; y su idea es ir actualizando la carta con productos de temporada e ir realizando ediciones limitadas en algunas fechas señaladas. “Estas fiestas, por ejemplo, hemos ofrecido unas bravas con productos gourmet. Consistían en el sofrito MalaBrava clásico, una mayonesa de gamba y cítricos y virutas de jamón ibérico trufado. La combinación de mar y montaña ha gustado muchísimo y tenemos ganas de lanzar nuevas propuestas”, explica este joven emprendedor. Y nos desvela con un guiño que, de momento, están esperando ansiosos la temporada de calçots.

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Una particularidad que fascina a Malagelada sobre las bravas es que no existe una receta fija y concreta para elaborarlas

Una particularidad que fascina a Malagelada sobre las bravas es que no existe una receta fija y concreta para elaborarlas. “Cada bar tiene su propuesta, lo cual aporta mucha riqueza gastronómica a algo tan aparentemente sencillo como unas bravas”, señala. Con todo, su objetivo va mucho más allá del de ofrecer bravas; MalaBrava busca convertirse en la solución completa para un aperitivo de la mejor calidad en casa. Por eso, y a medida que el proyecto vaya creciendo, planean ampliar su oferta tanto mediante colaboraciones con otras marcas como yendo directamente al productor y creando el producto desde cero. “Me refiero a productos imprescindibles en un aperitivo como son unas buenas olivas, conservas de pescado, un buen queso, etcétera”, apunta su fundador. “Y por supuesto no puede faltar el vermut y la cerveza, donde apostaremos por colaboraciones con marcas locales y con una oferta alternativa a lo que se puede encontrar en un supermercado”.

El fer el vermut es un ritual que tiene una conexión emocional con los barceloneses. Para conectar con esta tradición de la ciudad, desde MalaBrava quisieron que la imagen de la marca se inspirara en la estética de la Barcelona modernista. Son una marca nacida en Barcelona y quieren que eso se note en su identidad, con una imagen gráfica de sobresaliente elaborada por el diseñador gráfico local Juan Millet. Por ahora gestionan los pedidos directamente desde su cuenta de Instagram y los gestionan con flota propia, aunque entre sus objetivos a medio plazo se encuentra el de ampliar el área de reparto a toda la província de Barcelona. Vista su exitosa acogida en la capital, auguramos que ese momento no tardará mucho en llegar, y lo esperamos con ansias. ¿Unas bravas?

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