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Ariana Díaz Celma

Hace nos días Purity organizaba una cata en el Mesón Plateselector para conocer el vodka más premiado del mundo en petit comité. Se trata de un espirituoso premium que viene de Suecia –a pesar de lo que muchos puedan pensar no es ruso- y que su equipo decidió presentar en sociedad de una forma muy acertada en esta latitud. Escogieron a tres barmans para que prepararan cócteles a base de Purity Vodka, que se maridaron con platillos pensados por el maestro Johann Wald.

Estamos, pues, ante una bebida con cuerpo facturado en el castillo de Ellinge, en el sur de Suecia.

Alfredo Pernía presentó una reinterpretación del famoso Bloody Mary para comer con dim sums revisionados por la cocina patria –en su interior llevaban carnes como jamón y chorizo-. Seguimos con el Too Pure de Mauri Jiménez, un cóctel a base de cítricos para el que Johann propuso un ceviche limeño, tan aclamado en la casa Plateselector. La velada terminó fuerte, con el Purity Rose Martini de Ismael Labrador, una receta ideal para degustar la esencia de Purity Vodka, que maridamos con una gilda malagueña acompañada de una sardina ahumada.

Lo más interesante de Purity es que ha dado una nueva dimensión a este espirituoso que, a diferencia de sus homónimos, huye de la neutralidad que normalmente quieren conseguir los vodkas. Estamos, pues, ante una bebida con cuerpo facturada en el castillo de Ellinge, en el sur de Suecia. Para su elaboración, se ha ideado un sistema que incluye la destilación en alambique de oro y cobre. Casi nada. Durante las 35 destilaciones, el 90% del líquido se pierde y el producto que queda es tan refinado que no es necesaria la filtración. Un proceso que le ha merecido tres años consecutivos el galardón Grand Vodka Master 2013 en la Spirit Masters Competition.