By
Bru Romero

Los principios básicos de la gastronomía de alto copete están para desmontarlos. Hoy en día, las maneras han cambiado y si antes las cunas gastronómicas por excelencia se encontraban en parajes exclusivos, edificios con historia o barrios solo aptos para grandes rentas, hoy todo se ha democratizado. Que sí, que muchos de ellos siguen manteniendo esa pátina de regusto vintage que tanto se agradece en una de esas reservas que nos alegran el mes pero son muchos, también, los que cambian esa idea para localizarse a pie de pista (nunca mejor dicho) y llegar, incluso, hasta aterrizar en aeropuertos. Kirei by Kabuki sabe mucho de esto.

Es raro que te digan que para darte un buen banquete debes tener tarjeta de embarque. Así son las cosas en Kirei by Kabuki, el niño bonito del ya mítico Kabuki del Wellington que rompiendo reglas y cualquier idea preconcebida de lo que debe ser alta cocina, se lanza a su particular conquista de la pista de aterrizaje para mayor gloria del chef Ricardo Sanz.

Si las delicias de Kirei by Kabuki te roban la razón, solo informarte que también cuentan con su opción de comida a domicilio que agradecerás más de un domingo de manta, chill y el streaming que tú más quieras

De este modo, y aliándose con Pescanova, Kirei by Kabuki da con el formato perfecto, perfilando aún más su concepto de gastronomía de postín y acercando al cliente de paso una opción en la que calidad y experiencia van de la mano. Una propuesta que masticar a dos carrillos mientras disfrutas de su portentoso atino en esta cocina asiática que sabe a gloria y que a golpe de especialidades te alegran la espera. Platos que van desde entrantes tales como el atún dulce, el gohan o la goma wakame a elaboraciones como las del sashimi (de rodaballo con salsa ponzu o santiaguiño), nigiri (de anguila, atún o calamar), tartar (de pez mantequilla o vieira), maki (vegetal o de salmón picante), futomaki (de anguila y mango) o sushi.

Un placer gustativo que acompañar con ricos sakes y cervezas como la Kogen, la Koshihikari o la Hitachino. Eso sí, ¡atento a las pantallas! No queremos que pierdas tu vuelo.

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