By
Ariana Díaz Celma

Hasta hace poco, Ajoblanco era la sopa fría de de almendras y ajos crudos machacados, con miga de pan, sal, aceite, vinagre y agua. Ahora, es también el nuevo restaurante con firma Lázaro Rosa Violán en su versión más discreta, un espacio algo menos humilde que el plato al que da nombre. Su oferta gastronómica indaga en el mundo de la tapa, que se revisita con producto fresco de primera.

Lo primero que llama la atención cuando cruzas la puerta de Ajoblanco, es su barra de bienvenida. Ahí podrás ver el marisco del día y, desde aquí, os recomendamos que no dejéis pasar la oportunidad de tomar un par de ostras. Las nuestras eran carnosas y sabrosas como las que más. No obstante, como acostumbra a pasar con los restaurantes que juegan con el producto de temporada, Ajoblanco y su carta cambian con las estaciones y los ingredientes de las mismas. Podemos encontrar desde tapas clásicas como la tortilla de patatas, la ensaladilla rusa o fritura, aunque hecha con pescado del día de la lonja. Las propuestas más tradicionales comparten espacio con otras más singulares como las lentejas con foie o el sashimi de gamba. Podrás encontrar platos tradicionales, que siempre cuentan con el twist necesario para recordarte que estás en el place to be, como los garnazos castellanos con bacalao y acelgas, la sopa de galets y pilota, el lechazo asado o el entrecot vasco. No obstante, si no tienes mucho apetito, siempre puedes compartir. Ajoblanco ha diseñado la carta para que pidas dos platos por cabeza o para que piques algo. Así lo demuestran sus huevos de corral estrellados, su ventresca de atún confitada o las puntas de espárragos a la plancha. Todos platos de origen humilde que conviven con opciones algo más gourmet como el suquet de gamba roja o las mollejas con bogabante. 

Comer o cenar en Ajoblanco te costará a partir de 35/40 euros, que pueden hasta multiplicarse si te pones caprichoso con sus platos más selectos, la carta de vinos o la de cócteles. Esta última cuenta con hasta 16 tragos -seis de los cuales son aperitivos-, que sienten predilección por los clásicos. Además de la clásica selección de mojitos, caipirinhas o margaritas, proponemos el vodka&tonic con previa infusión de diferentes ingredientes.

Para la ocasión, Rosa Violán ha diseñado un espacio en el que dominan los conceptos industrial y cocina. Digamos que Lázaro ha tomado como referente los años ’20 en Nueva York y el estilo creado en fábricas y almacenes situados en las periferias de las ciudades como opción de vivienda. Esta inspiración base se mezcla con elementos contemporáneos que dan un toque muy especial a la decoración, sin duda el punto fuerte del local y motivo de peso para brindarle una visita.

Detalles




  • Dirección: C/Tuset, 20-24 Barcelona